Partiendo
de la base de que estrategia es una práctica plural y controvertida,
se plantean 4 conceptos básicos de la estrategia (racional,
fatalista, pragmático y relativista) tienen todas implicaciones
radicalmente opuestas al diseñar una estrategia.
En cada caso, los diferentes enfoques ofrecerán consejos razonados,
plausibles y sin embargo diametralmente opuestos sobre cómo
actuar. Estas posturas opuestas son a menudo complejas y difíciles
de resolver.
¡
La estrategia no es un juego de niños!
En la revista The economist los asesores y teóricos no pueden
si quiera ponerse de acuerdo ¿en que consiste exactamente
una estrategia empresarial? El gurú de la estrategia
Michel Porter se hace la misma pregunta en un art. de la
Harvard Business
Review.
Markides en su último libro admite...
“Sencillamente, no sabemos qué es la estrategia o cómo
desarrollar una que sea buena” Existen cuatro puntos de vista diferente sobre estrategia:Clásico: el
más antiguo y de mayor influencia, sigue
métodos racionales de planificación.
Evolucionista: siguen
la metáfora fatalista de la evolución
biológica, o sea la
ley de la jungla.
Procesualista: hacen
hincapié en la naturaleza complicada
e imperfecta del ser humano. Acomodan la estrategia de un modo
pragmático a los erráticos
procesos de organizaciones
o de mercados.
Sistémico: son
relativistas, consideran que
los objetivos y medios de
la estrategia están
indisolublemente unidos a las
culturas y capacidades de
los sistemas sociales locales
en los que se desarrollan.Los cuatro
enfoques difieren fundamentalmente
en dos puntos:
los resultados de
las estrategia y los procesos que las articulan.
Estas diferencias se pueden graficar de la siguiente
forma:

El punto de vista clásico y evolucionista consideran la maximización
de beneficios como resultado lógico de la aplicación
de una estrategia.
El enfoque sistémico y el procesual tienen una visión más
plural, aceptando que pueden existir otros
resultados aparte de los beneficios.
Al considerar los procesos, los evolucionistas
se unen a los procesualistas al opinar que
la estrategia nace
de unos procesos
regidos por el
azar, la confusión
y el conservadurismo.
El enfoque clásico se une al sistémico
al estar de acuerdo con que la estrategia puede ser deliberada.Cada
enfoque nos darán respuestas diferentes a las preguntas ¿Qué se
la estrategia? ¿Realmente
importa?
Autoridades como Igor Ansoff
y Michel Porter son el punto
de vista clásico de la visión de los libros de texto (hay
que considerar que el 90% de los libros siguen esta línea
de pensamiento). Para sus partidarios, la estrategia es un proceso
racional de cálculos y análisis deliberados, diseñados
para maximizar las ventajas a largo plazo. Para ellos basta con
una buena planificación para controlar los entornos internos
y externos. La estrategia resulta fundamental en ese análisis
racional, y las decisiones objetivas marcan la diferencia entre
el éxito a largo plazo y el fracaso.Los
defensores del planteamiento
evolucionista como Hannan y Freeman u Oliver Wiliamson
dicen que la estrategia
a largo plazo es irrelevante.
Para ellos las empresas son
como
las especies dentro de la evolución
biológica. Suelen considerar el futuro demasiado volátil
e impredecible como para planificarlo y advierten que la mejor
estrategia es concentrarse en optimizar las posibilidades de sobrevivir
día a día. Para ellos la mejor estrategia surge únicamente
como producto de la selección natural. Lo único
que los directivos pueden hacer
es asegurarse de estar lo mejor
preparados
para las exigencias actuales del entorno.Los
procesualistas dicen que los
procesos tanto de organizaciones como los de mercado,
suelen
no ser lo suficientemente
perfectos como para cumplir
con los estrictos requisitos de la teoría
clásica o con la despiadada lucha por la supervivencia de
los evolucionistas. Según Cyert y March, las personas tienen
intereses demasiado distintos, una comprensión limitada,
una atención errática y acciones poco definidas como
para actuar según un plan previamente establecido. Y de
todas formas, el plan esta destinado al olvido en cuanto las circunstancias
cambian. Como así también
fracasar por errores.
Para ellos, en la práctica, la estrategia nace de un proceso
pragmático de error, aprendizaje y compromiso y no de una
serie racional de grandes pasos. Emana del aprendizaje y la adaptación.Desde
el punto de vista sistémico, la estrategia sí importa,
pero no en el sentido clásico. Son menos pesimistas que
los procesualistas en cuanto a la capacidad de las personas para
concebir y poner en práctica planes lógicos, y mucho
más optimistas que los evolucionistas en su habilidad para
desarrollar estrategias que desafíen las fuerzas del mercado.
Según Granovetter, la corriente sistémica propone
que los objetivos y las prácticas de la estrategia dependen
del sistema social específico en el que se desarrolla dicha
estrategia. Sus estrategias suelen alejarse de la norma de máximo
beneficio deliberadamente. Su trasfondo social puede condicionar
otros intereses además de los beneficios, como el orgullo
profesional, el poder directivo o patriotismo. La búsqueda
de estos objetivos, incluso en perjuicio de los beneficios, es
perfectamente racional para ellos. En ocasiones, estos estrategas
suelen desviarse del cálculo racional de los libros de textos,
no porque sean unos descerebrados, sino porque en la cultura donde
trabajan esas normas no son adecuadas. La clase y el país
son determinantes para la estrategia y deben diseñarse
con sensibilidad social.Resumiendo...
McCloskey plantea...
El demócrata americano capitalista
se regocija en la más americana de las ironías; esa
pregunta tan nuestra: si eres tan listo ¿cómo
es que no eres tan
rico?
Los teóricos no son lo suficientemente inteligentes como
para haber encontrado una regla fácil que genere dinero.
Lo que sí pueden hacer los teóricos
es identificar riesgos,
desvelar alternativas
y comprobar
presunciones.
La intención es conseguir enfrentarnos a la complejidad
de los problemas y reconocer la amplia diversidad de métodos
que se puede aplicar
para solucionarlos.
Una falsa
seguridad podría
dejarlo en la ruina.
TEORÍAS SOBRE LA ESTRATEGIA
Enfoque
Clásico de la estrategia
La
teoría clásica de la estrategia nace en los años
60, con las obras del historiador de negocios Alfred Chandler,
el teórico
Igor Ansoff y el
empresario Alfred
Sloan
Para Sloan, ex
precidente de Genaral
Motors durante
cuatro
décadas, el
objetivo estratégico de una empresa es obtener un rendimiento
sobres los beneficios, y sí en algún caso el rendimiento
a largo plazo no es satisfactorio, el déficit
debe corregirse
o la actividad,
abandonada.
Entre las innovaciones
que introdujo están los criterios
de rentabilidad sobre la inversión (ROI), la organización
descentralizada por divisiones y la separación entre la “política” y
las “operaciones”.
En el año
62 Chandler define
a la estrategia
como:La
definición de las metas y objetivos básicos y a largo plazo
de una empresa, la adopción de las vías de acción y la
asignación
de los recursos
necesarios
para alcanzar
dichos objetivos.
Evidentemente,
Sloan, Chandler y Anasoff
no se sacaron su concepto de la manga. Anasoff relaciona
directamente
con la práctica
militar por un lado y con la economía académica
por el otro.
Rastreando
más lejos aún, Bracker estudió a
Sócrates
quien en
su momento
explico: que
las funciones de un general y de
un hombre de negocios
eran similares: ambos
debían
planificar el uso de los
recursos disponibles para alcanzar
los objetivos. En
el seno de la
tradición de la estrategia militar se
encuentra la figura del heroico y ligeramente aislado general,
al frente de una rígida jerarquía, quien tiene la última
palabra
en la
toma de
decisiones.
Los
planes
se gestan en su tienda,
con una visión panorámica
del campo de batalla, pero suficientemente alejado por seguridad.
Sus planes son ejecutados mediante órdenes a sus oficiales
y a sus hombres en el frente, pues la misión
de estos
no es
de preguntarse
el porque
sino sencillamente
cumplir. Objetivo
simple: la
victoria.
La
personificación clara de este enfoque, frío, distante
y secuencial es el general Colin Powel. Cuando a él se le
pregunto cómo
planeaba recuperar
Kuwait
contesto: sencillo...
primero aislaremos al
ejército Iraquí y
luego lo aniquilamos.
La
idea individualista
del hombre económico racional introducido
en el pensamiento clásico de la estrategia, está gobernada
por lo que se llamó “prudencia”. Esta idea de “prudencia” engloba
los principios duales
de “razón” (la
habilidad para prever
las consecuencias y discernir
las ventajas) y “auto-control” (la
capacidad de abstenerse del oportunismo a
corto plazo en aras de un beneficio sustancial
a
largo plazo).Así como vimos dos ejemplos claros del enfoque clásico
que resultaron exitosamente,
veamos uno
donde no han salido
bien
las cosas...
¿
Demasiado racional? ¿No suficientemente prudente? Gestión
de capital a largo plazo.
En agosto de
1998, el fondo de inversión alternativa cuantitativa
más sofisticado del mundo el Long Term Capital Management,
perdió más
de 2 mil millones cuando
el mundo
no estuvo a la altura
de
sus sofisticados modelos.
Estos
modelos no podían tener una mejor fuente, estaban
asesorados por dos premios Nobel, inventores de la teoría
de la valoración de opciones. Su complejo sistema explotaba
pequeñas disparidades, para lo cual necesitaban de muy buenas
jugadas para ganar dinero. Tanta era la confianza que el fondo
tenía en estos modelos, que contrajo deudas por un monto
100 veces mayor al de sus activos. Más tarde sufrió un
revés impredecible: el caos financiero en Rusia y la crisis
económica
en Asia al mismo tiempo.
Las relaciones
normales en que se basaban
los modelos
se interrumpieron y
el fondo
termino en banca rota.
Una
revista económica observó: que el fondo carecía
de “tipos listos” Cuando se encuentran con un desbarajuste
no saben que hacer. No poseen la intuición
necesaria para reaccionar.
Perspectivas
evolucionistas
de
la estrategia
Los enfoques
evolucionistas de
la estrategia confían menos
en la habilidad del top management para planear y actuar de manera
racional. En lugar de confiar en los directivos, esperan que los
mercados garanticen unos beneficios máximos. Ellos argumentan
que, independientemente de los métodos adoptados por los
directivos, serán únicamente
los mejores
los que
sobrevivan.
Los
evolucionistas a menudo
presentan un
paralelismo explícito
entre
la
competencia
económica
y la ley
natural de
la selva.
Bruce Henderson,
fundador del
Boston Consulting
Group se
queja: Las
teorías
económicas
clásicas
sobre
la
competencia
son
tan
simplistas
y estériles
que
han
contribuido
menos
a la
comprensión
de
la
economía
que
los
propios
obstáculos.
Estas
teorías
postulan
un
comportamiento
racional
y en
propio
interés
de
los
individuos
que
interaccionan
a través
de
los
intercambios
mercantiles
en
un
sistema
legal
fijo
y estático
de
propiedad
y
contratos. Según
Henderson,
estos
postulados
son
demasiados
abstractos
y muy
poco
realistas.
La
competencia
no
consiste
en
un
cálculo
independiente
sino
en
la
constante
lucha
por
sobrevivir
en
una
jungla
caótica,
densa y superpoblada.
Y concluye: “puede
que
los
seres
humanos
estén
en
lo
más
alto
de
la
cadena
ecológica
pero
aún
así siguen
siendo
miembros
de
esa
comunidad.
Es
por
ello
que
Darwin
es
probablemente
una
mejor
guía
para
la
competencia
empresarial
que
los
propios
economistas”.
Remontándonos
años
más
atrás,
las sencillas
encuestas
de campos
realizadas
por Hall
y Hitch
en 1.939
revelaron
que la
práctica
empresarial
dista
mucho
del ideal
de
hombre
económico
racional:
los directivos
no solo
no conseguían
resultados
que alcanzaran
el nivel
teórico
de
máximo
beneficio,
cuando
los costes
marginales
equivalen
a los
ingresos
marginales,
sino
que además
no tenían
ni idea
de cuales
eran
las cuevas
de
los costes
e ingresos
marginales.
Los
economistas
se adaptaron
a esta
estupidez
dejando
que
los mercados
pensaran
en
su lugar.
Enfoque
procesualista
de
la
estrategia
Comparten
el
escepticismo
de
los
evolucionistas
sobre
la
racionalidad
en
el
diseño de la estrategia, pero confían menos
en la capacidad del mercado para garantizar la obtención
de los máximos beneficios. Para los procesualistas, tanto
las organizaciones como los mercados son fenómenos complicados
y caóticos de los que surgen las estrategias y sus ventajas
competitivas a las propias imperfecciones de las organizaciones
y de los procesos del mercado. Su máxima es no intentar
conseguir el ideal inalcanzable de la acción fluida racional,
sino aceptar el mundo y trabajar en él
de
la
mejor
manera
posible.
Las
bases de
este pensamiento
están en la American Carnegie
School, la cual resalto los límites de la capacidad cognitiva
humana y la micropolítica de las organizaciones. El hombre
económico racional es pura ficción en la práctica,
las personas son “limitadamente racionales”. Esto quiere
decir que sólo somos capaces de tomar en consideración
unos cuantos factores a la vez; evitamos embarcarnos en investigaciones
internacionales para conseguir toda la información relevante
y no somos imparciales en nuestra interpretación de la misma.
Además tendemos a aceptar la primera opinión satisfactoria
que se presenta en lugar de insistir en encontrar la mejor. La
consideración momentánea
de
nuestro
comportamiento
diario
es
el
mejor
ejemplo
a
este
pensamiento.
La
visión micropolítica de las organizaciones reconoce
los intereses individuales que hay en toda organización.
La empresas no pueden reunir todos sus esfuerzos en optimizar solo
los beneficios. Los miembros de las organizaciones negocian entre
sí para llegar a definir un conjunto de objetivos más
o
menos
aceptables
para
todos.
Es
lo que
llamaron
contrapartidas
políticas
en pago
de
acuerdos.
Ellos
afirman que
las compañías logran sobrevivir
con estos lentos ajustes porque, al contrario de lo que piensan
los evolucionistas, los mercados son bastante tolerantes con las
empresas ligeramente ineficaces. Las empresas suelen tener el suficiente
poder de mercado como para obtener beneficios razonables sin realizar
el máximo esfuerzo. Los accionistas no son capaces de detectar
estos defectos porque, como el resto del mundo, no son lo suficientemente
racionales o no están lo bastante informados como para saberlo.
De esta manera, las empresas pueden construir una “debilidad
organizativa” ofreciendo los beneficios justos para mantener
a todo el mundo razonablemente contentos. En este sentido las empresas
cumplen en vez de ofrecer los máximos
beneficios.Ellos
definen
de
esta
manera:
Es
desde
todo
punto
de
vista
inapropiado
pensar
en
el
comportamiento
de
las
empresas
como
una
serie
de
elecciones
deliberadas
de
entre
un
gran
número de alternativas, que algunos observadores
externos han llamado oportunidades “disponibles” para
la organización. El menú no es variado sino reducido
e idiosincrático, se erige dentro de las rutinas de la
empresa y la mayor parte de las “elecciones” se realizan
automáticamente
mediante
estas rutinas.
Las
estrategias no se eligen; están
programadas.
Las
estrategias
son
la
manera
en
que
los
directivos
intentan
simplificar
y
ordenar
un
mundo
demasiado
complejo
y
caótico para comprenderlo.
Los procedimientos habituales y las cuantificaciones precisas
de la planificación estratégica
son
rituales
reconfortantes,
una
manta
de
seguridad
que
protege
a
los
directivos
del
mundo
hostil.
Para
ser
mejor
comprendido,
al
historia
de
un
destacamento
húngaro
que se perdió en
los
Alpes
durante
maniobras
militares.
Estuvo
nevando
durante
dos
días; los soldados terminaron
por perder la esperanza y decidieron dejarse morir en aquel inhóspito
paraje. De pronto uno de los soldados encontró un mapa en
el bolsillo. El destacamento recuperó la confianza y comenzaron
a caminar con renovadas fuerzas hasta salir de las montañas.
Una
vez
sanos
y
salvos
en
el
campamento,
descubrieron
que
se
trataba
de
un
mapa
de
los
Pirineos.
Los
planes estratégicos son como este mapa, no importa si
son incorrectos, siempre que den confianza a los directivos y les
presenten una meta clara. Si la empresa se queda esperando el mapa
correcto se congelará; si se levanta y se pone en marcha,
de alguna u otra forma encontrará su camino, adquirirá experiencia
y creará sus
propias
oportunidades.
De
esta
forma,
la
secuencia
clásica de formular primero
y de implementar después se vuelve del revés: la
estrategia se descubre con la acción.
Dudando
de
la
capacidad
de
los
altos
directivos
para
prescribir
estrategias
efectivas
en
total
aislamiento
de
sus
despachos, identifican
la estrategia
con la
artesanía. Para el artesano las imperfecciones
inspiran su improvisación artística, las manos y
la mente trabajan al unísono en un proceso de adaptación
constante.
Esta
visión de estrategia carece de cualquier glamour; las
manos están sucias de barro, los pasos son pequeños
y sólo se distinguen unas pocas luces que iluminan el largo
camino hacia lo desconocido. Pero estos pequeños
avances
no
deben
ser
despreciados.
El
enfoque
adaptativo
gradual
de
la
estrategia
tiene
su
propia
racionalidad,
la
que
llaman “incrementalismo lógico”.
La mayor racionalidad de este pensamiento está en la aceptación
de que la racionalidad humana es limitada. “Los estrategas
más inteligentes saben que no siempre pueden adelantarse
a todos los acontecimientos”.
Conscientes
de
sus
propias
limitaciones,
el
incrementalista
está sujeto
a un proceso de experimentación
y
aprendizaje.
El
enfoque
incrementalista
no
es
necesariamente
táctico.
Puede extraer su fuente de una lógica subyacente o “intención
estratégica” lo suficientemente clara para proporcionar
un sentido de dirección
y
lo
suficientemente
amplia
para
permitir
flexibilidad
y
oportunismo
a
lo
largo
del
camino.
A
menudo
las
estrategias
son “emergentes”, con una
coherencia que se adivina a través de la acción
y se percibe retrospectivamente.Durante
los años ochenta, Intel pasó del mercado
de las memorias a ocupar su posición como actor principal
en el sector de los microprocesadores. Al valorar de forma consistente
que las perspectivas de este nuevo negocio eran más altas
que las del antiguo, se decidió realizar una serie de inversiones
incrementales. Mientras tanto la descripción de la compañía
y su estrategia explícita era la de una “compañía
de memorias”, su objetivo original. Hasta 1985, un tercio
del presupuesto de investigación y desarrollo se dedicaba
al negocio de la memoria, el “estratégicamente importante”,
incluso cuando la Compañía había sido reducida
ya a un 2 o 3% de la cuota del mercado. Tal como observó el
Director Ejecutivo de la empresa: “No pregunten a los ejecutivos
cuál es su estrategia. Miren lo que
hacen.Para los procesualistas más puros estrategia consiste en
satisfacerse y conformarse con menos de lo óptimo. Los procesualistas
más próximos al top management convierten la complicada
realidad de las organizaciones y los mercados en una ventaja. En
la práctica la sofisticación técnica de los
clásicos es un idealismo ingenuo. Los directivos podrán
ser más efectivos sólo si reconocen y aprovechan
las imperfecciones del mundo real. Concederle la debida atención
a la implementación, explotar los imperfectos mercados para
construir competencias distintivas, cultivar la flexibilidad para
incrementar la adaptabilidad; éstos son los medios más
eficaces
de
conseguir
los
mejores
resultados.
Enfoque
Sistémico
de la estrategia
Los
sistémicos insisten en que las razones que guían
la estrategia son particulares de un contexto sociológico
concreto.
Un
principio
fundamental
de
la
teoría sistémica es
que los encargados de tomar las decisiones no son individuos calculadores
y aislados que participan en transacciones puramente económicas,
sino que son personas profundamente enraizadas en el complejo entretejido
que es el sistema social. Sostienen el concepto de “imbibición
social”. La actividad económica no puede situarse
en una esfera de cálculos financieros impersonales totalmente
aislada. En realidad, el comportamiento económico de las
personas está insertado en una red de relaciones sociales
que incluye a su familia, el estado, su formación y educación,
e incluso su religión o raza. Un comportamiento que pueda
parecer irracional o ineficaz para los teóricos clásicos,
puede ser perfectamente racional y eficiente para los criterios
y el modus operandi de ese contexto social específico.
Cabe
destacar que la propia idea de “estrategia” puede
ser culturalmente específica. Habiendo surgido en las particulares
condiciones que vivía EE.UU. durante la posguerra, la concepción
clásica de estrategia no siempre se adapta bien a otras
culturas. Pascale señala que los japoneses ni siquiera tienen
una frase para “estrategia corporativa”. La palabra “estrategia” tiene
fuertes connotaciones de voluntad y autocontrol, pero en algunas
culturas no se tiende a interpretar los acontecimientos como producto
de la acción
deliberada
del
hombre,
sino
como
fruto
de
la
voluntad
de
Dios,
del
destino,
la
suerte
o
la
historia.
Como
por
ejemplo los
musulmanes
fundamentalistas
y
los
chinos.
El
origen
americano
del
concepto
de
estrategia
también puede
condicionar nuestra comprensión de lo que conlleva una estrategia.
Las culturas anglosajonas de EE.UU. y Reino Unido se inclinan por
un modelo de estrategia individualista y de libre empresa que desprecia
la dependencia explícita en el estado. En contraste tenemos,
el nacionalismo tradicional de Francia y Alemania y el papel impulsor
de desarrollo del estado Japonés. De esta forma, los enfoques
nacionales de la estrategia pueden verse distorsionados por lo
que está considerado culturalmente legítimo
a
nivel
local.
Desde
esta
perspectiva,
el énfasis que los clásicos
y los evolucionistas ponen en los mercados y en la rentabilidad,
excluyendo los recursos del estado y los intereses nacionales,
es producto de unas circunstancias históricas
y
sociales
particulares.
El
actual aprecio
sociológico por los “entornos institucionales” de
las organizaciones, subraya la presión local para conformarse
a los modelos locales de racionalidad. En este contexto, cualquier
líder empresarial que rechace de lleno las formas clásicas
del diseño de estrategia corre el riesgo de perder credibilidad
ante los auditores, clientes, mercados financieros y actores gubernamentales,
los cuales pueden ejercer una considerable influencia en el éxito
de la empresa. Puede que la racionalidad del enfoque clásico
sea una construcción social pero aún así puede
resultar peligroso ignorarlo.Shrivastava
concluye que la dirección estratégica
ortodoxa no es una disciplina neutral, objetiva y científica
sino una ideología que sirve para normalizar las estructuras
existentes de la sociedad estadounidenses y universalizar las metas
de su elite dominante. Puesto que está diseñada para
preservar el status quo, la gestión estratégica clásica
atrapa a los estrategas en una gama especialmente estrecha de opciones.
Invocar los recursos estatales o desafiar la lógica top-down
(descendente) de la ortodoxia estratégica
es jugar con fuego al enfrentarse al orden
social establecido.La
ideologías que definen la estrategia en los distintos
países pueden estar influenciadas por diferentes tradiciones
culturales. La cultura estadounidense es terca e individualista.
En repetidos estudios sobre ejecutivos de todo el mundo, las actitudes
estadounidenses se destacan de forma consistente por encima de
sus competidores. Cuando se les preguntó si el único
objetivo de una compañía eran los beneficios, el
40% de los ejecutivos estadounidense contestaron que sí,
frente a un 8% de Japón y un 11% de
Singapur.Algunos estudios recientes han explorado
las implicaciones
que tienen para la estrategia las diferentes
estructuras de “propiedad”.
La relación distante y relativamente difusa entre los accionistas
y sus compañías, tan habitual en las economías
anglosajonas, es totalmente inusual en otras partes del mundo;
por eje.: en las economías germanas (Alemania, Austria,
Suiza, los Países
Bajos
y
Escandinavia).
En
un
estudio
sobre
400
empresas
líderes en Europa occidental
en el año 2000, no solo encontraron que una parte sustancial
era de propiedad familiar y estatal, sino además detectaron
impactos significativos en los resultados financieros. En términos
financieros sencillos, las familias y el gobierno estaban asociados
a una marcada ineficiencia, aunque las familias solían obtener
mayores tasas de crecimiento de ventas. De aquí las
conclusiones
de
Thomsen
y
Pedersen:
El
generar valor
para los
accionistas no
parece ser
un objetivo
universal en
la estrategia
corporativa...
Los
estrategas tienen
que tomar
en cuenta
la percepción de los riesgos, las preferencias
del momento, las relaciones comerciales y los objetivos sociales
de los propietarios más importantes. Los estrategas corporativos
que no se ajustan al gobierno de la empresa no suelen ser sostenibles
porque les falta el apoyo de los que tienen la última
palabra. Para
concluir, la perspectiva sistémica desafía
la universalidad de cualquier modelo único de estrategia.
Los objetivos de la estrategia y el modo de diseñarla dependen
del contexto y de las características
de
la
sociedad
en
la
que
opera
el
estratega. Conclusiones
¿ Cómo
eligen una
estrategia?
Para
la escuela
clásica, la estrategia debe ser formal y
explícita, y su objetivo claro: la maximización de
beneficios. Los evolucionistas están de acuerdo, en general,
con la segunda parte de la afirmación, ya que la alta rentabilidad
es esencial para la supervivencia. No obstante, consideran que
los esfuerzos por conseguir estos fines a través de extravagantes
estrategias a largo plazo son una distracción vana. La eficiencia
es la consigna de los evolucionistas. Los procesualistas también
rechazan la formalidad clásica, viendo la estrategia como
una artesanía, sus objetivos poco definidos y con una lógica
que a menudo surge gracias a una mirada retrospectiva. Pero donde
los procesualistas ven la irracionalidad económica, los
analistas sistémicos buscan otras formas de racionalidad:
para ellos las diferentes formas de estrategias están profundamente
enraizadas en un sistema social específico
y,
por
lo
tanto,
sus
procesos
y
objetivos
pueden
estar
en
perfecta
consonancia
con
los criterios
racionales
de
los
grupos locales
dominantes.
Refiriéndonos al éxito
de la estrategia
Para
la
escuela
clásica, el éxito o el fracaso se
determina internamente, a través de la calidad de planificación,
el análisis y los cálculos. También los procesulistas
miran hacia el interior, preocupados por las negociaciones políticas
internas, el ajuste de la capacidad cognitiva del cuadro administrativo
y la construcción de habilidades y competencias fundamentales
de la empresa. Las otras dos perspectivas hacen hincapié en
el aspecto externo. Los evolucionistas destacan el impacto determinante
de los mercados y el proceso darwinista de la selección
natural. Los sistémicos sostienen que para comprender qué es
lo que ocurre dentro de la organización y entre los competidores,
es necesario que el estratega sea sensible al entorno sociológico.Relacionando
cada enfoque con la época
de surgimiento...
La
corriente
clásica, con su énfasis en la planificación
y el análisis, tuvo su época de esplendor durante
los años sesenta, un período de crecimiento continuo
y de confianza económica y tecnología en EE.UU. La
fe en la planificación se vio terriblemente afectada por
las imprevistas crisis del petróleo de 1974 y 1979, dando
lugar al énfasis de los procesualistas en una racionalidad
limitada y la admiración de los evolucionistas por las fuerzas
del mercado. Los argumentos evolucionistas ganaron mayor fuerza
gracias a la popularidad que la economía de libre mercado
adquirió durante los años
ochenta.
El
enfoque
sistémico es él más reciente de
todos. A pesar que las empresas siempre tuvieron objetivos y contextos
distintos, la llegada del nuevo milenio ha propiciado una mayor
apreciación de las diferencias. El final del enfrentamiento
entre el capitalismo de EE.UU. y el comunismo del bloque Soviético,
ha permitido una valorización más sutil de las diferentes
texturas de las economías de mercado y la riquísima
variedad de sus vínculos
con
el
resto
de
la
sociedad.
Las
principales
características de los cuatro enfoques se
puede definir en el siguiente gráfico.
|
Clásica
|
Procesual
|
Evolucionista
|
Sistémica
|
Estrategia |
Formal |
Modelada |
Eficiente |
Enraizada |
Objetivos |
Maximización
de beneficios |
Vagos |
Supervivencia |
Locales |
Focalización |
Interna
(planes) |
Interna
(política corporativa) |
Externas (mercados) |
Externas
(sociedades) |
Procesos |
Analíticos |
Negociación
Aprendizaje |
Darwinista |
Social |
Influencia
Clave |
Económica
Militar |
Psicológica |
Económica
Biológica |
Sociológica |
Autores Claves |
Chandler;
Ansoft; Porter |
Cyert
y March; Pettigrew |
Hannan
y Freeman: Willamson |
Granovetter;
Whitley |
Surgimiento |
1.960 |
1.970 |
1.980 |
1.990 |
Liderazgo
Estratégico
Se
intenta señalar quiénes son los estrategas y
cómo influyen en la estrategia. El debate se centra entre
los protagonistas clásicos del liderazgo visionario y los
teóricos sistémicos del capitalismo tanto “profesional” como “familiar”.
El decidir qué argumentos son más convincentes marcará de
manera determinante nuestras decisiones estratégicas.
La
literatura de
la corriente
clásica proyecta la imagen
de los estrategas como profesionales de la dirección, devotamente
dedicados a sus empresas, impersonales en sus juicios y ascendidos
según sus méritos.
Según Alfred Chandler en su estudio sobre la evolución
de las grandes empresas en EE.UU., Alemania y Reino Unido desde
1.880 hasta los años cuarenta, subraya la transición
de un control familiar, idiosincrático e ineficiente al
capitalismo directivo, profesional y meritocrático de hoy
en día.
De
los
límites de la teoría clásica ha surgido
recientemente un nuevo modelo de top manager, el del líder
heroico cuyas inspiradas visiones trascienden los estructurados
cálculos del profesional mediocre. Desde la perspectiva
sistémica, por otro lado, se oyen acusaciones de privilegios
sociales e intereses personales del cuadro directivo. Para los
teóricos de esta corriente, el llegar a lo más alto
no depende ni del mérito ni del heroísmo,
sino
de
una
conformidad
estudiada.Cabe
hacer
una advertencia
procesualista.
Los
clásicos y los sistémicos están convencidos
de que lo que realmente importa es lo que piensan y hacen los altos
directivos. Los procesualistas no están tan seguros. Su
escepticismo con respecto a una toma de decisiones jerárquica
y deliberada los lleva a sospechar que existe una división
clara entre la decisión y la acción estratégica.
Independientemente de la intención del topo manager, la
estrategia de la empresa suele emerger de una combinación
de casualidades y de las rutinas afianzadas y difíciles
de cambiar de las organización. Es muy fácil exagerar
la importancia del top management y relegar a un segundo plano
la influencia poco promocionada de la iniciativa o inercia de los
directivos de menor rango. En lugar de los modelos top-down (de
arriba abajo) clásico y sistémico, Nonaka propone
la idea de una gestión “medio - arriba - abajo”.A
pesar
de
todo,
los
autores
estadounidenses
siguen
promoviendo
el modelo heroico de liderazgo
con
escasas
limitaciones.
Incluso
rozando
los
límites más salvajes, este modelo de
liderazgo posee todo el individualismo y la confianza de la tradición
clásica. Los defensores del “liderazgo visionario” presentan
a los directivos como personas carismáticas, con capacidad
para generar ideas inspiradoras y marcadas dotes de mando. Este
poderoso mensaje lo veremos como “liderazgo visionario” junto
con las críticas de los sistémico. Estas críticas
toman mayor fuerza al centrarse en las características sociales
de las “elites directivas” y
en
los
intereses
sociales
que
representan.
Liderazgo
visionario
En los años noventa, caracterizados por un entorno rápidamente
cambiante y turbulento, lo que se necesita es liderazgo, y no la
simple gestión de antaño. La gestión consiste
en proporcionar las órdenes y los procedimientos para lidiar
con la complejidad diaria de las grandes empresas. En contraste,
el liderazgo consiste en saber adaptarse al cambio. La gestión
es importante, pero en el futuro, las empresas tendrán
que
saber
enfrentarse,
ante
todo
al cambio.
Debemos
tener
en
cuenta
que
varios
autores
opinan
que
las
corporaciones
estadounidenses
en
la
actualidad
están
sobre-gestionadas
e
infra-lideradas.
Estos
hombres visionarios
tienen la capacidad
de transmitir
a sus empleados “visiones" inspiradoras de lo que son
sus empresas y hacia donde van. En 1980, para Steve Jobs de Apple,
la visión que sustentaba su estrategia y guiaba a su gente
era “realizar una aportación al mundo, fabricando
herramientas para la mente que hagan avanzar a la humanidad”.
Al contrario que los objetivos financieros, que aparecen como simples
imposiciones que hay que cumplir, estas visiones proporcionan un
sentido de finalidad duradero y ofrecen una continua fuente de
motivación.
Al
tiempo que señala una meta, la visión estratégica
otorga al líder de la empresa un poder extraordinario: “El
liderazgo visionario inspira lo imposible, la ficción se
vuelve realidad”. El líder visionario puede salir
victorioso incluso en las circunstancias más
adversas.
Este
poder
procede
de
la
supuesta
capacidad
del
líder para
inspirar y motivar a sus seguidores de una forma que no cualquier “directivo” lo
puede hacer. “El líder visionario crea un espectáculo;
convierte el trabajo en una obra de teatro”. Los seguidores
no sienten estas visiones como impuestas desde el exterior sino
algo que les pertenece. Tomando la teoría freudiana de la
transferencia, Kets de Vries afirma que el poder de los líderes
proviene de su habilidad para satisfacer las necesidades psicológicas
de las personas. Nuestra prontitud para identificarnos con los
objetivos de los líderes, y esforzarnos por alcanzar sus
propósitos, se debe principalmente a que el ser humano tiende
a evitar sus propias responsabilidades y busca, por lo tanto, la
autoridad de un tercero. Al liberarnos de nuestros conflictos internos,
los líderes logran dirigir todas nuestras energías
en
pos
de
sus
propios
objetivos
externos.
Con
su
marcado énfasis en su gestión firme, en el
individualismo y los resultados, los defensores del liderazgo visionario
se pueden englobar fácilmente dentro de la teoría
clásica de la estrategia. Pero la tradición clásica
no siempre esta bien dispuesta hacia estos prepotentes aliados.
No es posible fiarse de los objetivos o métodos de este
tipo de líderes. Sus visiones pueden tornarse fácilmente
en “grandiosas obsesiones”, y alejarse de del deber
real que supone la maximización
de
beneficios. La época contemporánea ha comenzado a considerar
seriamente los modelos individualistas más glamourosos del
liderazgo visionario. La biografías empresariales que toman
estos modelos, hacen demasiado hincapié en las cualidades
personales y exageran el poder de un único individuo. Estas
historias suelen tener una gran dosis de autopropaganda. Por ello
se advierte que el carisma por sí solo no es suficiente
para cambiar una organización. Revisando unos pocos modelos
prominentes se concluye que este tipo de líderes
Son
importantes
catalizadores
en
sus
organizaciones.
Su éxito
hasta el momento no se debe, sin embargo, únicamente a una
fuerte personalidad. Cada uno de estos ejecutivos ha sido capaz
de formar equipos, sistemas y procesos directivos para estimar
y dar sustancia a su visión estratégica. Es esta
interacción del carisma, la atención a los sistemas
y a los procesos, junto con el compromiso a múltiples
niveles
lo
que
parece
llevar
a
buen
puerto
el
cambio
en
las
grandes organizaciones. Nacido
para ser líder...
En
opinión de algunos, la cualidad de liderazgo es una feliz
casualidad que se da en algunos caracteres privilegiados, según
otros, es el producto de un buen entrenamiento. Para los más
afortunados, los que se encuentran a la cabeza de las compañías
más grandes del mundo, el liderazgo es un accidente de nacimiento.
El más acabado ejemplo de esto es la industria automotriz.
En las grandes compañías, tener un buen nombre sigue
siendo sinónimo de éxito.
La
perspectiva
sistémica, más que celebrar las cualidades
personales de un líder, destaca las características
sociales de aquéllos que ocupan los puestos más
altos.
Para
ellos,
el
propio
concepto
de “liderazgo” está ligado
inherentemente a la cultura. En comparación con el resto
del continente europeo y con Lejano Oriente, las culturas anglosajonas
son especialmente individualistas, valorando la autonomía
y la economía de mercado por encima de la acción
colectiva y los intereses estatales. Por ello, el individualismo
del liderazgo está en perfecta armonía con los prejuicios
existentes en EE.UU. y Reino Unido. La fascinación por las
líderes empresariales no es la misma en el resto del mundo.
En francés, ni siquiera existe un equivalente de la palabra “liderazgo”.
En China, la noción tradicional y paternalista de “cabeza
de familia” tiene mucho más sentido que el concepto
estadounidense de liderazgo individual. Incluso donde el liderazgo
tiene algún equivalente, sus connotaciones no son las mismas.
Así en Alemania, la antigua tradición de liderazgo
industrial como “Fuhrung” se ha vuelto increíblemente
impopular debido a la identificación con el modelo militar
desacreditado y su catastrófica asociación con el
mismísimo “Führer”. Liderazgo no es que
sea un concepto que se traduzca fácilmente
en
otras
culturas.
El
caso
de
Alemania
alerta
del
echo
de
que
el
encanto
del
liderazgo puede variar de acuerdo con
el
contexto
histórico. Históricamente
se identifican ciclos en el interés occidental por los “líderes”,
los “directivos” y los “empresarios” como
una moda pasajera. La fascinación por los líderes
tiende a seguir a un período de crisis económica
y termina con una crisis política.
1920 |
Empresarios |
1960 |
Líderes |
1929 |
Crisis
económica |
1968 |
Crisis
política |
1930 |
Líderes |
1970 |
Directivos |
1939-45 |
Crisis
Política |
1973-75 |
Crisis
económica |
1940 |
Directivos |
1980 |
Líderes |
1950 |
Crisis
económica |
1990 |
Empresarios |
|
Empresarios |
2000 |
¿Directivos? |
(*)Libro: ¿Qué es la estrategia? ¿Realmente
importa? 2º edición
Autor: Richard Whittington
Editorial: Thomson (Madrid - España) Año: 2001
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