Quien
más y quien menos ha vivido alguna experiencia de
reconciliación y de perdón. Independientemente de
que tales experiencias hayan sido de afortunado éxito o
clamoroso fracaso, quizá una de las lecciones que aprendemos
es que no estamos tan preparados, como creíamos, para superar
viejos conflictos; que no se nos enseña, desde bien pequeños,
a reconciliarnos en lo más profundo de nuestros corazones
generando nuevas relaciones; o que somos, a veces, un poco analfabetos
para abordar una situación tan compleja como restituir un
daño realizado, curar las heridas producidas y elaborar
un proceso que conduzca a fortalecer las relaciones dañadas
o rotas.
Otro problema es el que no existen especialistas o profesionales –como
tales- de la Reconciliación; al menos no en el mismo sentido que los tenemos
para la mediación, la facilitación, la intermediación, el
arbitraje, etc. No existe un perfil claro de quiénes serían estos
profesionales, porque en realidad es una tarea de nosotros mismos, como personas,
como agentes que vivimos en una sociedad que necesita elaborar soluciones para
superar traumas producidos por la violencia. Las otras figuras son muy importantes
pero, lo que la Reconciliación muestra es que los verdaderos protagonistas
son los elementos nutrientes que constituyen el propio tejido social: vosotros,
nosotros, tú, el otro, la otra, en definitiva, todos.
Procedemos de un Estado, famoso por sus muchas guerras civiles. La última
seguida, además, de una larga dictadura y, tras ella, una transición
hacia la democracia parlamentaria. España abordó de una manera
bastante peculiar su Reconciliación nacional, una manera poco ortodoxa
con los tiempos en los que vivimos. Aquí se apostó por una amnesia
controlada, dejó la reconstrucción de la memoria histórica
a los historiadores, rehabilitó y restituyó algunos elementos del
pasado en justo pago hacia colectivos maltratados por el régimen dictatorial;
pero dejó intactos los aparatos del Estado: judicatura, policía,
ejército, burocracias, etc., a cambio de que éstas asumieran, como
suyo, el nuevo régimen constitucional. Ninguna limpieza, ninguna responsabilidad,
es decir, un altísimo grado de impunidad. Aún pensando que una
parte de la transición democrática española es susceptible
de exportación, en el sentido de que el pacto, el consenso y el compromiso
fueron usados como valores útiles; no obstante, el caso español
es de esos extraños ejemplos en que se hizo una Reconciliación
sobre el futuro pero no sobre el pasado.
Los que investigamos la paz como fenómeno social, necesitamos de la investigación
participativa. Un ejemplo de esto que quiero decir, lo tuvimos en mi centro de
investigación cuando pudimos mediar y trabajar para acercar a las dos
universidades de la ciudad de Mostar, una croata-católica y otra bosnio-musulmana.
La población científica, como el resto de la población,
andaba curando sus heridas tras la guerra civil, ensimismados, sin dialogar,
alimentando sus miedos, de espaldas a los otros, sin poder encontrar razones
para salir de ese impasse. Nosotros, nos encargamos de buscar esas razones para
alimentar la conciliación entre científicos: la ciencia como oportunidad
para hacer algo juntos. Paciencia, constancia, buenos oficios y así muchas
otras características permitieron elaborar y racionalizar un proceso,
aún no concluido, que si todo sale bien permitirá la reconciliación
de ambas comunidades. No siempre es fácil estar a pié de obra pero
merece la pena el esfuerzo.
Asimismo, como no se puede estar en todos sitios ni siempre se puede hacer investigación
participativa, para ello están las redes de científicos, los encuentros,
los congresos con los colegas que están trabajando en otros lugares, sus
experiencias, sus teorías y todo su bagaje. En este sentido, la asociación
España con ACNUR mantuvo en vivo una red, de 2000 a 2004, acumulando información
valiosísima, comparando procesos, estableciendo pautas de seguimiento
y comportamientos, que nos permitió a universitarios, científicos,
funcionarios de organismos internacionales, actores directos e indirectos, políticos,
sindicalistas, mujeres, indígenas, refugiados, desplazados, etc., mantener
contactos periódicos, debatir, analizar y contribuir a aclarar qué se
estaba haciendo en el mundo sobre el controvertido tema de la Reconciliación.
Esos encuentros de aprendizaje rápido son esenciales para cualquier investigador
social y, aunque no lo hube sospechado jamás, también, para aprender
a ser.
Este largo preámbulo sirve para aclarar que todos, desde donde estemos,
podemos contribuir a la reconciliación. Hay caminos personales, científicos,
experimentales, cargados de pedagógica susceptible de usarse en otros
procesos similares.
En fin, en las próximas páginas quiero plantear sólo algunas
facetas de este problema: su semántica y sus redes conceptuales, las experiencias
en algunos contextos culturales, el establecimiento de una gramática de
la reconciliación, la reflexión sobre algunos métodos y
enfoques, la importancia de las comisiones de la verdad, entre otras. Siendo
consciente que quedarán muchas cosas en el tintero.
Mario
López Martínez Instituto de la Paz y los Conflictos
(Universidad de Granada, España)
En Xesús Jares, José Ugarte, Mikel Mancisidor
y María Oianguren (coords.) (2006)
El papel de la investigación para la paz ante la violencia
en el País Vasco.
Bilbao, Bakeaz-Guernika, pp. 177-209
ISBN: 84-88949-74-X