Conducido por el Abogado Raúl Arce, siendo acompañado por los integrantes del Centro de Investigación para la Paz de la Facultad Regional Resistencia, Universidad Tecnológica Nacional, Srta. Anabella Orcolla, Licenciada Eugenia Itatí Garay, Sr. Fredy Eiman, Prof. Luis Fabián Gimenez, Lic. Wilma Soledad Trúe, Prof. Rubén Darío Borda, y Magíster Miguel Armando Garrido.
Operador: Guillermo Aguilar
Selección Musical: Abogado Raúl Arce
Temas: Quilotón.
El tema ha sido tratado siguiendo los lineamientos de la Enciclopedia de Paz y Conflictos, dirigida por el Dr. Mario López Martinez del Instituto de Paz y Conflictos de la Universidad de Granada, España, autor de la voz: Javier Jordán Enamorado.
¿QUÉ ES EL QUILOTÓN?
El Quilotón es la unidad de medida empleada para valorar el poder destructivo de las armas nucleares. En teoría es equiparable a la energía explosiva que produciría la detonación de mil toneladas de TNT.
SU APARICIÓN:
Las primeras armas atómicas (de fisión), como las que se arrojaron sobre Japón en 1945, tenían una capacidad de aproximada de 20 Quilotones. Posteriormente se desarrollaron armas termonucleares (de fisión – fusión – fisión), con un poder de destrucción que puede llegar a medirse en megotones (mil quilotones). La cabeza nuclear del misil norteamericano Titan II, tenía una capacidad de 9 megatones. Pero lo habitual hoy día para los misiles balísticos intercontinentales es emplear vehículos múltiples de reentrada independiente (MIRV). Es decir, misiles que portan varias cabezas nucleares que se separan en su reentrada en la atmósfera para atacar blancos diferentes, o uno sólo concentrando su poder de devastación. La cabeza de este tipo de armas es algo más reducida: 3 cabezas de 335 quilotones cada una, es el caso del Minuteman III.
EL EFECTO
El efecto de un arma nuclear lanzada sobre una ciudad sería en primer lugar la producción de una fuente de calor de millones de grados centígrados que podría provocar quemaduras mortales en un radio aproximado de 6 kilómetros, si se tratase de una cabeza nuclear de 150 quilotones. Seguidamente una onda expansiva capaz de derribar todo tipo de edificios y construcciones en un espacio de 6 ó 9 kilómetros cuadrados (en el caso de una bomba de 20 quilotones). A esto seguirían vientos huracanados de 300 km/hora que llevarían a unos 15 kilómetros de distancia, dependiendo de altura a la que se produzca la detonación los efectos radiactivos serian más graves. Los efectos de los Rayos X son limitados en espacio y las víctimas susceptibles de padecerlos habrían muerto inmediatamente por la onda calorífica. Los Rayos Gamma pueden tener efectos contaminantes mayores, pero en un plazo de pocas horas habrían descendido a niveles soportables para el Ser Humano. Más peligrosas serían las consecuencias de la Lluvia Radioactiva Posterior (que depositaría las cenizas y restos volátiles del hongo nuclear) que pueden contaminar a personas y otros seres vivos a cientos de kilómetros de distancia.
Véase también: Armagedón. Guerra Atómica. Proyecto Manhattan.
“En las Agendas de Paz, se ha visto la necesidad de atender de forma más
positiva a la comprensión de lo que es la Paz y a las Estrategias para
su Construcción. Un paso decisivo en este sentido consistió en vincular
la Paz con la satisfacción de las Necesidades Humanas y, a través de ellas,
con el Desarrollo, en tanto en cuanto una concepción adecuada del
Desarrollo Humano debe incluir, entre sus ingredientes fundamentales,
la creación de las condiciones de satisfacción de las Necesidades
Humanas Básicas.
En resumen, podemos afirmar que el Objetivo de la Investigación para
la Paz se ha convertido en el de Investigar todas aquellas circunstancias y
ámbitos donde es posible la Construcción de la Paz y la elaboración de
propuestas que hagan esa Construcción Posible. De ahí, también, los
Derechos Humanos y la Democracia se hayan convertido en otros dos
focos de interés para los Investigadores de la Paz en la medida en que
se les considera vehículos esenciales de ésta.
Beatriz Molina Rueda y Francisco Muñoz. (eds.)”