10 de Noviembre de 2009 - 21 hs.
Tema: "Militarismo"

Conducido por el Abogado Raúl Arce,  siendo acompañado por los integrantes del Centro de Investigación para la Paz de la Facultad Regional Resistencia, Universidad Tecnológica Nacional,  Srta. Anabella Orcolla, Licenciada Eugenia Itatí Garay, Odontóloga Emy Arduña, Sr. Fredy Eiman,  Srta. Francisca Ortiz,  Prof. Rubén Darío Borda,  y  Magíster  Miguel Armando Garrido.

Operador: Guillermo Aguilar
Selección Musical: Abogado Raúl Arce

Temas: Militarismo.

El tema ha sido tratado siguiendo los lineamientos de la Enciclopedia de Paz y Conflictos, dirigida por el Dr. Mario López Martinez del Instituto de Paz y Conflictos de la Universidad de Granada, España, autor de la voz: José Ángel Ruiz Jiménez .

¿QUÉ ES EL MILITARISMO?
El Militarismo es la doctrina o sistema que valora positivamente la guerra y atribuye a las fuerzas armadas una posición de primacía en el Estado y la Sociedad. Exalta una función  -la aplicación de la violencia- y una estructura institucional –la organización militar- a la vez que implica una determinada orientación política y de poder.
El Militarismo sostiene que la guerra es un mandato divino o una experiencia ennoblecedora que fomenta el valor, el patriotismo y la disciplina, e intenta universalizar tales valores mediante preceptos, símbolos y ceremonias.

EL TÉRMINO “MILITARISMO” FUE UTILIZADO PRIMERAMENTE POR LOS MILITARES DE LAS CLASES MEDIAS EN LA EUROPA DEL SIGLO XIX
Quienes se percataron de que los ejércitos permanentes se habían convertido en ciudadelas de privilegio aristocrático cuyos valores chocaban con los de la clase media de una Sociedad Industrial. Los oficiales apreciaban la jerarquía, el honor feudal, el absolutismo, prodigalidad y la unidad orgánica, mientras la clases media hablaba de igualdad, lucro material, gobierno parlamentario, ahorro e individualismo. Inevitablemente las instituciones militares resultaron sospechosas a liberales como Locke, Ferrero, Voltaire, Jefferson y Kant, y posteriormente también suscitaron análoga desconfianza en los leninistas, cuya teoría definía la guerra como una enfermedad del capitalismo en su fase final e imperialista.

UNA SOCIEDAD PLENAMENTE MILITARIZADA CONFIERE HABITUALMENTE UNA POSICIÓN PRIVILEGIADA A LOS GUERREROS
En el caso extremo, posible solamente en Estados muy centralizados, las fuerzas armadas determinan unilateralmente el carácter de instituciones básicas, la forma de gobierno, los derechos y deberes de los ciudadanos y la parte de los recursos nacionales asignados a funciones militares. En casos menos extremos, pero más comunes, los líderes militares ejercen un gran Poder como miembros o agentes de otros grupos sociales, más bien que como fuerzas relativamente autónomas. El tipo ideal de Militarismo se dio en Japón, de 1931 a 1945, y en Alemania durante las últimas etapas de la Primera Guerra Mundial. Por otra parte, el poder político de las fuerzas armadas alcanza su punto más bajo en los países que prescinden de ellas por completo, caso de Islandia y Costa Rica.

EL MILITARISMO EMPIEZA CUANDO LAS FUERZAS ARMANDAS ACOMPAÑAN SUS RECOMENDACIONES CON AMENAZAS DE SANCIONES SI ESTAS NO SON ATENDIDAS
En tales casos,  es frecuente el empleo de técnicas despóticas como amenaza con la dimisión, retirar el apoyo, anunciar públicamente el desacuerdo, mostrar desdén por el régimen, negarse a ejecutar sus órdenes o levantarse en armas. Dondequiera que semejantes chantajes tienen éxito, las fuerzas armadas empiezan a gobernar de hecho encubiertamente, ya sea por ejercer el veto o por sustituir con una política y un personal de su propia elección a los gobiernos de derecho.
Desde este punto hay sólo un corto paso a medidas extremas que se aprovechan especialmente de la ventaja de contar con seguidores disciplinados, una red de comunicación superior y armas pesadas. Esas medidas pueden incluir, entre otras, la manipulación o aplazamiento de las elecciones, el despliegue de tropas para intimidar a los oponentes u ocupar puntos clave y la detención o el asesinato de los políticos, caso de Myanmar en la actualidad. De cualquier modo, es importante distinguir la intervención esporádica de la crónica, y el gobierno militar prolongado del breve. Los Militares asumen con frecuencia el poder con la promesa de que servirán solo como “custodios” hasta que un poder civil legítimo pueda ser establecido. Pero semejantes promesas no siempre se cumplen, y lo que parece una renuncia es a veces una retirada táctica a posiciones desde las que se pueden gobernar de forma encubierta. Por otra parte, los gobiernos como los de Ataturk en Turquía, Franco en España y de De Goulle en Francia indican que los líderes militares que sirven como jefes de gobierno por largos períodos pueden transformarse, en efecto, en políticos civiles y de ese modo legalizar su gobierno.
El grado de poder político que posean los fuerzas armadas es determinado, ante todo, por la demanda efectiva de liderazgo militar, que varía de acuerdo con la intensidad de los conflictos exteriores o los conflictos sociales internos. Así, la historia de Prusia sirve de ejemplo para demostrar el hecho de que los ejércitos pueden tornarse influyentes en los países que experimentan una presión exterior permanente. Con frecuencia, si tales países tienen que enfrentarse a crisis continuas contra la seguridad, subordinarán todo lo demás a los preparativos de defensa, y sus sistemas sociales estarán rigurosamente controlados por una coalición de militares y civiles. De cualquier modo, es evidente que la vitalidad Democrática de un país puede evitar situaciones de ese tipo. Así, por ejemplo, los líderes militares desempeñaron un papel prominente en los consejos políticos estadounidense durante la Guerra Fría, pero en ningún momento existió la posibilidad de un gobierno militar. Citando dos situaciones más extremas, las experiencias soviética y británica durante la Segunda Guerra Mundial y en la posguerra también sugieren el hecho de que las crisis de seguridad prolongadas no generan necesariamente regímenes militares allí donde los gobiernos civiles descansan sobre un sólido consenso nacional. Es igualmente claro que los líderes Militares pueden adquirir un gran poder en ausencia de presiones exteriores considerables, siendo las dictaduras en Iberoamérica y el Japón Meiji dos ejemplos conocidos. Por otra parte, en los Estados de África y de Asia aparecidos después de 1945, la supremacía militar depende con frecuencia más de crisis internas que de amenazas exteriores  a su seguridad. En la mayoría de los casos estas últimas se hacen sentir sólo de modo indirecto. Por ejemplo, los Programas de ayuda militar emprendidos como respuestas a crisis de Seguridad Global, incrementan el Poder Político de las fuerzas armadas de los Estados que reciben la ayuda, ya que les permiten depender menos de los líderes políticos y porque esa ayuda estimula la modernización de la burocracia militar con mayor rapidez que la del funcionariado, caso del Zaire y Etiopía.

LAS DEMANDAS DE LIDERAZGO MILITAR
PUEDEN SER ORIGINADAS POR ACONTECIMIENTOS INTERNOS
Bajo 3 condiciones analíticamente diferentes, que pueden comprenderse con la ayuda de conceptos derivados de las Teorías de Hobbes, Marx y Pareto, respectivamente.
EN EL PRIMER CASO, en una Sociedad que se ha desorganizado hasta el grado de la anarquía, las fuerzas militares parecen esenciales para la restauración del orden público, especialmente en el nivel local.
EN EL SEGUNDO, un grupo social privilegiado, valiéndose del control del Estado, oprime a grupos en situaciones de inferioridad. Si estos últimos no logran pacíficamente la reparación de las injusticias, sus protestas pueden tomar formas violentas que se extienden desde actos individuales de terrorismos hasta la organización de ejércitos revolucionarios. Como los estratos dominantes no pueden confiar en una lealtad omnicomprensiva que mantenga unida a la colectividad, tendrán a su vez que recurrir a la policía y al ejército para imponer la obediencia.
EN EL TERCER CASO, aunque la base fundamental del orden social no esté amenazada, las elites pueden enfrentarse entre sí por cuestiones de corrupción, procedimientos constitucionales, política exterior, etc., y una de las facciones puede dirigirse finalmente a los militares en demanda de ayuda.

EN SU EMPLEO CORRIENTE, LA PALABRA “MILITARISMO”
TIENE UN SIGNIFICADO PEYORATIVO
Al igual que ocurre con legalismo o clericalismo, sugiere exceso: una falta de proporción en la política o, cuando quienes la emplean son militares, una falta de consideración a los límites propiamente profesionales.

EL MILITARISMO INSTITUCIONAL SUPONE UNA DIFERENCIACIÓN MÍNIMA ENTRE EL PAPEL MILITAR Y LOS PAPELES POLÍICOS, ECONÓMICO Y RELIGIOSOS.
Al mismo tiempo supone que esa diferenciación es incompleta, o que ha sido discutida y se encuentra en peligro. El matiz negativo implica también que la falta de consideración de los límites lleva consigo, frecuentemente, el castigo de la incompetencia técnica o de situar un país en tendencias destructivas. Por ejemplo, ilustrando el primero de los casos, observamos que históricamente algunos militaristas europeos no pudieron percibir lo anticuado de la caballería porque estaban menos interesados en las cuestiones profesionales de maniobra o capacidad de fuego que en una cuestión social: la posición que simboliza la caballería. Un ejemplo del segundo caso son los militaristas japoneses, que al rebasar su esfera de competencia como planificadores estratégicos e insistir por sí mismos en tomar decisiones diplomáticas, se embarcaron en un conflicto que, en último término, demostró ser desastroso para sus propias fuerzas. En ambos casos, los militaristas pusieron en peligro sus objetivos de seguridad por su incapacidad para seleccionar los medios adecuados de defenderlos. Esta incapacidad está en función del poder excesivo y del descuido de la pericia: en una sociedad no militarizada, el guerrero es un agente y un especialista, mientras que en una sociedad militarizada es un jefe que se considera competente para dirigir la política pública en toda su extensión, tanto la exterior como la interior. A la larga, una competencia tan ilimitada con frecuencia debilita su pericia de profesional militar, sin que suela además desarrollar habilidades necesarias para equipararse a civiles experimentados en la Negociación Política o en la dirección económica.
A consecuencia de lo anterior, y a pesar de ejemplos de ejércitos revolucionarios como los que se dieron en América y en Francia, los críticos al militarismo identifican las fuerzas armadas con el poder desenfrenado, la reacción y la guerra. Por eso, donde quiera que la democracia representativa avanza y el poder militar es obligado a doblegarse y limitarse a la política de defensa. De este modo, en las democracias constitucionales estables, las fuerzas armadas, como otros sectores  de la burocracia, presionan con sus demandas a través de los canales y procedimientos prescriptos pero, en último término, deben acatar las decisiones tomadas por los superiores civiles. En este sentido, el valor inhibitorio más importante para la injerencia militar en política es la aceptación del principio de la supremacía del poder civil constitucional, entendido como expresión democrática de la voluntad de la nación.
Varias clases de valores predisponen a los dirigentes militares a conquistar el poder político. Desde los guardias pretorianos de Roma hasta los condottieri de Italia y los jenízaros de Turquía, chantaje y golpes de Estado han sido procedimientos habituales para lograr engrandecimiento personal, privilegios especiales y beneficios materiales. Esos motivos o valores esencialmente personales son todavía importantes en muchos países. Por otro lado, los valores institucionales son importantes donde quiera que las carreras militares proporcionan salidas superiores a las clases gobernantes o a las personas que buscan el ascenso social, convirtiéndose en secundarios cuando existen buenas oportunidades en los negocios, las profesiones universitarias y otras carreras. Por último, cabe señalar que el deseo de conservar los criterios institucionales para la promoción del personal militar puede convertirse gradualmente en una demanda de autonomía tan completa, que las fuerzas armadas terminen convirtiéndose en un “Estado dentro del Estado”.
  
Véase también: Armamentismo. Guerra. Pacifismo. Totalitarismo.

                “… no tenemos una sola matriz de la violencia sino que, ante todo, tenemos
                  distintas instancias de la misma: personal, directa, estructural, cultural y
                  simbólica.
                  Manual de Paz y Conflictos. Beatriz Molina Rueda y Francisco A. Muñoz.(eds.)”

                                                      

 

                                                      

 

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Diseño: Ing. Jane García - VGM
Trabajo Donado al Centro de Investigación para la Paz.

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