Conducido por el Abogado Raúl Arce, siendo acompañado por los integrantes del Centro de Investigación para la Paz de la Facultad Regional Resistencia, Universidad Tecnológica Nacional, Srta. Anabella Orcolla, Licenciada Eugenia Itatí Garay, Sr. Fredy Eiman, Prof. Luis Fabián Gimenez, Lic. Wilma Soledad Trúe, Prof. Rubén Darío Borda, y Magíster Miguel Armando Garrido.
Operador: Guillermo Aguilar
Selección Musical: Abogado Raúl Arce
Temas: Reconciliación.
El tema ha sido tratado siguiendo los lineamientos de la Enciclopedia de Paz y Conflictos, dirigida por el Dr. Mario López Martinez del Instituto de Paz y Conflictos de la Universidad de Granada, España, autora de la voz: Lucia Alonso Ollacarizqueta. .
¿CÓMO PODRÍA DEFINIRSE LA RECONCILIACIÓN?
La Reconciliación podría Definirse como un proceso relacional tendiente a restaurar un trato previamente escindido.
ES UN PROCESO.
En tanto y en cuanto supone Evolución, o sea el paso de una situación a otra. Y es relacional, entre personas; y por extensión entre distintas “partes” de una misma comunidad, o entre comunidades; entendiendo por comunidad una agrupación de personas que comparten un espacio, y en ocasiones un acervo, bajo unas “reglas de convivencia” (organización social) y se sienten vinculadas unas a otras. En aquellas concepciones del Ser Humano que lo entienden como un agregado de componentes que interaccionan, también se habla de Reconciliación como Proceso Personal Interior. Asimismo, algunas creencias religiosas contemplan la Reconciliación en relación con el Ser Supremo o con los antepasados.
CLASES DE RECONCILIACIÓN.
Así, y en aras de una cierta sistematización, podrían establecerse distintas clases de Reconciliación:
- Reconciliación Personal: aquella que se produce en el “interior” de una persona.
- Reconciliación Interpersonal: aquella que se efectúa entre, al menos, dos personas de forma individual.
- Reconciliación Intracomunitaria: la que se lleva a cabo entre al menos una persona, generalmente un grupo, y una comunidad, o entre grupos de una misma comunidad.
- Reconciliación Intercomunitaria: la que se realiza entre 2 o más comunidades.
- Reconciliación Sagrada: aquella que, de acuerdo con sus creencias religiosas, llevan a cabo las personas y la Trascendencia.
En cualquier caso, se trata de un Proceso del ánimo, y por lo tanto en él juegan un papel primordial los Sentires y los Sentimientos (dolor, rabia, miedo, deseo de venganza, remordimiento, afecto, odio). En consecuencia, para analizarlo, más allá del mero enunciado de sus fases o de los conceptos que tratan de sintetizarlas (verdad, justicia, perdón), es necesario detenerse en esos Sentires y Sentimientos que lo jalonan.
Aunque obviamente éstos varían dependiendo de la “clase” de reconciliación, y del contexto en el que acontezca, cabría esbozar un bosquejo del proceso basado en la Reconciliación Interpersonal.
RECONCILIACIÓN INTERPERSONAL
Podría decirse que las Relaciones Humanas se basan en un equilibrio en teoría armónico, en la práctica lábil, y a menudo sorprendente; cimentado en la premisa, a veces sólo intuida, de que en las personas ocurre una naturaleza común, una HUMANIDAD que compartimos y nos hace semejantes, o como dicen en África Austral “las personas somos personas por (gracia a) otras personas”.
Pero dado que toda relación entre personas entraña el riesgo de fricciones, o conflictos, las diferentes sociedades han ido elaborando normas –unas comunes, otras específicas – que basada en sus experiencias les permitieron evitar (por ejemplo estableciendo medidas punitivas, y por tanto disuasivas, para los transgresores de determinadas normas) y gestionar esos conflictos; por ejemplo aquellas que derivan en agresiones.
LA AGRESIÓN Y SUS EFECTOS.
Cuando se produce una Agresión “esto es un acto cuya finalidad es matar, herir o hacer daño al otro” se altera el equilibrio, como los plomos en uno de los platillos de la balanza se desplazaran al otro.
Quien comete la Agresión, quien ha dejado de ver a la otra persona como humana y figuradamente se hace con los plomos ajenos, siente una fugaz pero intensa ilusión de Poder, un Poder que en ese instante percibe como omnímodo. La víctima, o víctimas, la Agresión sufre, y sufre por partida doble: de una parte por el daño recibido, de otra porque esa alteración del equilibrio supone una usurpación, la de su humanidad o metafóricamente de los plomos de su platillo. Tras la conmoción, el estupor y el dolor iniciales, la víctima también siente miedo, el miedo de quien ha sido vulnerado y teme una nueva e inmerecida Agresión.
Pero además en la víctima crece el deseo de venganza, un deseo cimentado en la creencia de que infligir al agresor un daño, al menos tan grande como el sufrido por ella, le produciría una satisfacción que apagará su dolor y su miedo, que restituirá su negada humanidad; o volviendo a la imagen de la balanza, como si despojar de plomos el platillo del agresor (deshumanizado) pudiera restablecer el equilibrio roto.
Para hacerlo, cabe recurrir en este punto a las “normas sociales” arriba mencionadas.
CULTURA DE VIOLENCIA.
En las Sociedades en las que prevalece una Cultura de Violencia, el énfasis se situará en el castigo del transgresor, como forma legitimada de venganza.
CULTURA DE PAZ.
En aquellas que buscan una Cultura de Paz, el foco de atención será la víctima y la reparación que precisa.
No obstante, la recuperación del equilibrio no supone, ni muchos menos, la reanudación del trato, pues en el trayecto ha quedado seriamente dañado un elemento esencial de la relación: la confianza, esto es la certeza recíproca de que la otra parte no alberga intención alguna de herir. La desconfianza, el miedo a una posible agresión, es el caso de la víctima, a que el agresor repita su acción; y en caso del agresor, a que la víctima se vengue.
Así pues la Reconciliación, implica la recuperación de la confianza mutua.
En consecuencia, se trata de un Proceso largo, que además requiere voluntad de ambas partes para llevarlo a cabo. Si imaginamos las Relaciones Humanas como caminos que se recorren en compañía, la Reconciliación sería como 2 desvíos paralelos que finalmente llevan al camino antes compartido, aunque no al mismo punto en el que se produjo el alejamiento. En ese sentido, la Reconciliación es un Proceso con vistas al futuro, pero en su busca ambas partes han de realizar parte del viaje por separado, un viaje que requiere evocar el pasado y que supone un cambio de actitud.
LA TOMA DE CONCIENCIA.
Quien cometió la agresión ha de tomar conciencia del daño cometido, y sobre todo de que era “inmerecido”, en tanto en cuanto despoja de humanidad a la víctima. Cuanto más justificada crea el agresor que fue su agresión, menor será su capacidad para asumirlo. Pero es en ese proceso de asunción en el que se genera el sentimiento de culpa, el remordimiento, que a su vez puede llevar, aunque no siempre, el arrepentimiento.
Salvar la distancia que separa el remordimiento, el desosiego por la agresión cometida, del arrepentimiento -¡Ojalá no lo hubiera hecho! – exige un cambio de actitud guiado por la voluntad. Y es en el arrepentimiento donde surge el impulso de resarcir a la víctima. Hasta aquí llega la evocación del pasado, pero el enfoque de futuro que entraña la reconciliación exige un paso más: el propósito de no reincidir. En este propósito se cimenta la reconstrucción de la confianza derruida.
Por su parte, la víctima necesita en primer lugar cuidados, no sólo físicos, y tiempo para que sane su herida, para recuperarse del daño sufrido. Y necesita voluntad para enfrentarse con la agresión, esto es superar el impulso inicial de negar los hechos. Al hacerlo, sin embargo, abrirá la puerta a la rabia, a padecer un odio intenso y extremo hacia el agresor, tanto por el daño que aquél le infligido como por lo “inmerecido” del mismo (“¿Por qué a mí? ¡Yo no merecía eso!”). Y esta rabia es la que genera el deseo de venganza, el deseo de condenar al agresor a un padecimiento ilimitado en su intensidad y en su duración, para compensar el propio dolor.
Sin embargo, la satisfacción que produce la venganza es efímera y aunque aparentemente parezca aliviar el dolor, lo cierto es que la herida de la víctima no sanará gracias a ella. Pese a todo, la víctima necesita resarcimiento; y si éste no llega, la rabia y el deseo de venganza engendran el rencor, un odio tenaz e indiscriminado que cual ruido de fondo constante habita el ánimo de la víctima.
EL PROCESO DEL PERDÓN.
El odio hace padecer a quien lo cobija y desalojarlo requiere una fuerte voluntad. Aquí es donde se puede iniciar el Proceso del Perdón. “El Perdón es la superación de la cólera que sentimos contra el ofensor, no negándonos el Derecho a esos sentimientos, sino empeñándonos en verlo con benevolencia, compasión e incluso cariño, al tiempo que reconocemos que ha dejado de merecerlos”.
En este sentido, el Perdón es un regalo, como tal se ofrece para acrecentar los lazos, la armonía o el cariño entre las personas; y como cualquier otro regalo, es incondicional.
Si bien la Víctima y el Agresor pueden hacer por separado el camino al Perdón y al Arrepentimiento y propósito de no reincidir respectivamente, ese camino puede ser menos áspero si se producen interacciones durante su trayecto.
EL RELATO DE LA VÍCTIMA.
Si quien cometió la Agresión y quien la sufrió puede relatarse mutuamente lo ocurrido, obtendrán una Verdad que va más allá de la mera descripción fáctica del suceso. El relato de la Víctima le permitirá a ella misma enfrentarse co los hechos tal como los vivió; pero además el hecho mismo de narrarlos en presencia del Agresor constituye la recuperación, al menos parcial, de su dignidad (la recuperación de algunos pesos en su platillo), pues supone su reconocimiento por parte del Agresor, en tanto en cuanto escuchar significa dar oído (atención y crédito).
Por otro lado, el relato de la Víctima enfrentará al Agresor con su propia acción y con los daños causados, lo que puede facilitar su camino al remordimiento, o incluso al remordimiento. Un Proceso al que también puede contribuir su propio relato, puesto que le obligará a explicar los motivos de su acción y reflexionar sobre ella. En el relato del Agresor, la Víctima puede encontrar claves esenciales para iniciar el Proceso del Perdón, por ejemplo si la agresión fue o no intencionada.
ARREPENTIMIENTO.
Más allá de los relatos, la Reconciliación requiere también otros gestos que preludien la restauración de la confianza perdida: si quien cometió la agresión, expresa Arrepentimiento y sobre todo su disposición a resarcir a la Victima, allanará el camino de ésta hacia el Perdón. Y si la Víctima da crédito al Arrepentimiento y solicita y acepta una reparación, contribuirá a que el agresor alcance el propósito de no reincidir. En cualquier caso, la Reconciliación no concluye con los relatos ni los gestos, ni con el Arrepentimiento y el propósito de no reincidir, ni con el perdón; más bien son estos elementos la piedra angular sobre la que se construye.
EL PROCESO DE RECONCILIACIÓN.
Si el Proceso de la Reconciliación interpersonal es largo y difícil, cuanto más no lo será cuando se trate de la Reconciliación intra o intercomunitaria, pues en estos casos las personas involucradas son más: son más los sentimientos en juego y diferentes las disposiciones y los ritmos, aunque la distancia entre las posturas más extremas “entre quienes prefieren seguir viviendo enfrentados y quienes buscan recuperar sus relaciones” dependa en gran medida de la cohesión en cada grupo o comunidad.
Una cohesión que se pone a prueba a la hora de asumir responsabilidades, pues quienes no participaron directamente en el enfrentamiento, pueden alegar que no sabían lo que estaba ocurriendo; entre estas personas habrá quienes acepten su responsabilidad como inacción u omisión derivada de un desconocimiento voluntario, pero también habrá quienes consideren que el desconocimiento les exime de toda responsabilidades.
En este contexto, cabe distinguir las agresiones llevadas a cabo por las autoridades por ejemplo en el caso de regímenes autoritarios y represivos, y las agresiones ejecutadas en un enfrentamiento armado interno. De forma simplista podría decirse que en el primer caso hay un claro agresor, la autoridad que abusa de su Poder; en tanto que en el segundo las partes se agreden mutuamente.
LA COMPLEJIDAD DE LA REALIDAD.
Aunque la realidad es mucho más compleja, esta distinción puede ser útil a la hora de iniciar o analizar diferentes procesos de Reconciliación. Si bien en ambos casos son necesarios los relatos y los gestos, y si bien en ambos casos unos y otros han de ser públicos, el espacio que se les otorgue o el tipo de gestos necesarios habrán de ser acordes con esa distinción, así como obviamente con el contexto socio – cultural en el que se celebran.
Véase también: Amnistía. Comisiones de la Verdad. Perdón. Resentimiento.
“Reconocer y Potenciar las diversas realidades de la Regulación
Pacífica de los Conflictos se debe convertir en la primera preocupación
Teórica y Práctica de los que desean la Paz”.
Beatriz Molina Rueda y Francisco Muñoz. (eds.)”.